Joaquín no tiene pelo. O, mejor dicho, sólo tiene pelo a rodales. Le crece mal desde hace cinco años porque tuvo un tumor en la cabeza y le afeitaron para operarle. Luego le cayó todo con la quimio y nunca más le volvió a salir bien. Joaquín tiene veintipocos años y es de un pueblo, pero no sé cuál. Su valenciano es perfecto, a mi me suena dulce. Mide casi dos metros y no es muy hablador. Joaquín y su madre son nuestros compañeros de habitación en el hospital. Jorge, mi hijo pequeño, ha tenido una lesión en la rodilla este verano y, al final, ha tenido que pasar por quirófano. Cuando llegamos ayer estábamos solos. Solos y nerviosos. Pensando que aquello era una lesión grave.

Te pido dos minutos. Sí. Solo dos minutos porque voy a ser breve. Sé que el término feminismo incita a pasar de página. Por falta de tiempo, por hastío,por autodefensa, por manifestaciones radicales que confunden… Porque si la palabra feminismo pone nerviosa a la juventud , ya ni te cuento a quienes ya no lo son tanto...  Tic, tac. Dos minutos. Voy al grano. Yo te hago una pregunta y me respondes sin pensar, desde las tripas: ¿Eres feminista? Para respuestas, colores. Basta con que pruebes en tu entorno. Una reunión de amigos, una tertulia en el bar real o virtual, una cena familiar…y estalla la bomba de los agraviados e incluso de las que no se identifican con el mismo. Sí, también mujeres. Pero el asunto no es baladí. Porque te estoy preguntando si eres de quienes piensa que el  51 % de la humanidad, las mujeres, deben tener los mismo derechos que el 49 % de la humanidad, los hombres. Ni más ni menos.