Madrid es una ciudad que está para comérsela. Y es que está muy pero que muy rica. Nos gusta que nos tomemos un aperitivo y nos inviten a una tapa, como es costumbre por estos lares. Y que repitas y te pongan otra.  Que tengas mil y un restaurantes, tabernas, cafeterías, casas de comida, bares, un mercado como San Miguel y muchos establecimientos de solera para contrarrestar el peso de las más impersonales franquicias. Nos supo sabrosa la que se montó en FITUR en torno a la gastronomía el segundo día de la feria. Porque el primero la cosa escaseaba  y si te quedabas en el recinto el destino no era otro que aguardar colas para las cafeterías de rigor. A no ser que viniera una hada madrina y te rescatara, como me ocurrió a mi con mi amiga y colega Susana Fuster, otra valenciana en Madrid, que me llevó a comer a Casa Lobo. Un restaurante de moda de los que vale la pena ir a mediodía gracias a su menú apto para todos los bolsillos. [caption id="attachment_194" align="alignnone" width="300"]Casa Lobo Marina Izquierdo El ragú de ternera de uno de los restaurantes de moda de Madrid, Casa Lobo, estaba delicioso[/caption] Madrid es una ciudad que está para comérsela. Porque Madrid Fusión 2016 ha tomado el Palacio de Congresos con lo más granado del mundo chef. Un programa de primera en el que se cuelan, lo que es la vida, apenas unas cuantas mujeres. Y digo lo que es la vida porque los fogones siempre fueron universo femenino pero en la esfera doméstica porque cuando pasaron al ámbito público, al profesional, se masculinizó. Hoy el reconocimiento es tal que se ha convertido en oficio de culto. Y entre los Berasategui, Roca, Torreblanca, Arola, Camarena, José Andrés y hasta un centenar de hombres, solo siete son mujeres: Elena Arzak, Susi Díaz, Alejandra Rivas, Nooror Somany, Azucena Sánchez, Anna Merinno y María José Martínez.

La felicidad se aprecia por contraste, dicen, también que no es otra cosa que un estado de conciencia. Yo añadiría que “ la felicidad era cuando estábamos todos”, que tiene que ver con ambas. En estas fechas en las que parece que se acabe el mundo te pido un minuto para cerrar los ojos y regresar a tu Navidad, ya sabes, a esa que es patrimonio de la infancia. No puedes evitar sonreír, ¿verdad? Y no te digo que no te hayas acordado de aquel juguete especial, dentro del consumo material es el más emotivo, pero con toda probabilidad recuerdes de forma especial con quién lo compartías.  También  la música, las luces y los dulces. Y las risas. Porque un niño, una niña, pasa por alto la tensión con la que los adultos muchas veces nos enfrentamos a estas fechas, para guardar todo lo que huela a ilusión y aventura, y bien que hace, las necesitará de por vida cuando regrese al refugio de los tiempos en los que la felicidad se daba por hecha.