Joaquín no tiene pelo. O, mejor dicho, sólo tiene pelo
a rodales. Le crece mal desde hace cinco años porque tuvo un tumor en la cabeza y le afeitaron para operarle. Luego le cayó todo con la quimio y nunca más le volvió a salir bien. Joaquín tiene
veintipocos años y es de un pueblo, pero no sé cuál. Su valenciano es perfecto, a mi me suena dulce. Mide casi dos metros y no es muy hablador.
Joaquín y su madre son nuestros compañeros de habitación en el hospital. Jorge, mi hijo pequeño, ha tenido una lesión en la rodilla este verano y, al final, ha tenido que pasar por quirófano. Cuando llegamos ayer estábamos solos. Solos y nerviosos. Pensando que aquello era una lesión grave.