Hasta pronto mamá

Mi madre me enseñó que dar las gracias y pedir las cosas por favor pueden cambiar el mundo. Yo hoy sólo puedo dar gracias.

En primer lugar a mi hijos, por aguantar mis ausencias y amar a su abuela. A mi marido, Javier, por estar. Siempre. A Amparo, por no dejar mi mano.  A Mari Cruz que, con sus manos, alargó su vida y su confianza durante muchos, muchos años. A mis amigas Carolina, Flami, Maje, Isa, Sonia y Miriam por quererme sin condiciones y haber propiciado la mejor de las despedidas soñadas.

A todo el personal de la Torre F 6 del Hospital la Fe. Porque ell@s han hecho a mi madre feliz. La han cuidado y le han reconfortado.

Al doctor Del Moral y a la doctora Morata, ellos le han salvado la vida a mi madre en tantas ocasiones que he perdido la cuenta. Gracias por tanta sabiduría y, sobre todo, tanto amor.

A mis jefes, que nunca me pusieron un impedimento, sino todo lo contrario, para que pudiera estar con ella en todo momento.

Gracias a todos los que, de un modo u otro, la habéis hecho feliz.

 

 

No te voy a contar cosas que ya sabes de Kiketa. No te voy a contar que, probablemente, es la mejor persona que conociste. No te voy a contar que ella, con su ejemplo, me enseñó el valor de la amistad, de la lealtad, del amor desinteresado y del esfuerzo. No te voy a contar que el coraje de vivir tenía su nombre. No te voy a contar que tenía un genio de narices y que su sentido de la perfección iba más allá de lo cómodo.

Te voy a contar que cuando era joven fregaba las escaleras de la portería que su madre regentaba y las fregaba cantando. Y completamente planchada y bien peinada. Y siempre orgullosa de su trabajo bien hecho.

Te voy a contar que crió a sus sobrinos y los encerró en casa un día que pensó que Lobo, el perro de mis tíos, nos iba a comer a todos.

Te voy a contar que su alegría saltaba por todos los rincones que tocaba. Que cuando no le llegaba para fin de mes, allá por los 70, pedía fiado un paquete de lentejas y luego invitaba a los vecinos que tampoco tenían.

Te voy a contar que la música y el teatro fueron su mejor terapia. Que cuando mis hijos eran pequeños y todavía no hablaban, los sentaba en la cama y les hacía obras de teatro, sobre todo aquella de “Pilar y Micalet”, su favorita.

Te voy a contar que ella era la vida en persona. El amor en persona. La persona que más me ha querido. La que nunca ha fallado.

Te voy a contar que su gran pasión fueron sus nietos. Los amó por encima de todo en la vida. Pablo y Jorge. Ahora él lleva tatuado su nombre en su tobillo y nosotros en el corazón.

Te quiero mamá.

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