El acoso y sus cómplices

 

acoso escolar

Somos el niño o la niña que fuimos y siempre regresamos a él. Hablamos de catorce años vitales para cimentar la casa propia, la que llevamos a cuesta como caracoles, y en la que creceremos como personas y como miembros de una comunidad. Una etapa en la que todo se vive a flor de piel, con la intensidad y el entusiasmo estirando los huesos y con la curiosidad y los sueños por venir como acicate. Son los años más bellos pero… también pueden ser los más terribles.

Por desgracia, la infancia es un campo minado de injusticias a lo ancho y largo del mundo pero hoy me quiero detener en uno que sería más fácil de atajar: el acoso escolar. Hacen falta ganas, conciencia y empatía, cierto, y comprender y detenernos en este mundo loco y sin tiempo, porque al no hacerlo nos estamos convirtiendo en cómplices.

Todo empieza y acaba en la educación. Hogar y escuela como puntales. Y todo, todo, todo, las periodistas lo sabemos bien, comunica. Otra cosa es que sepamos (o queramos) interpretarlo.

Como madre debería saber si mi hija tiene un problema. Saber si sufre acoso o es la acosadora. Y saber si está en esa tierra de nadie donde transita la mayoría: ni es acosada ni acosa pero ¿es cómplice con su inhibición o con su aprobación implícita?

Como profesora debería saber si mi alumna tiene un problema. Su relación con el resto de compañeros. Si en el patio transita sola o en una carrera
para ponerse a salvo de corazones helados.

Como directora debería saber si el acoso existe en mi centro. Y de ser así erradicarlo y aplicar políticas para que nunca, nunca, nunca vuelva a repetirse. Tolerancia cero.

Como responsable de la administración educativa competente no debería escatimar en campañas y medios para generar empatía. Para actuar con otros organismos competentes (televisión, redes sociales…) más allá de foros y congresos, sobre el día a día de las aulas.

Como editora debería apostar por contenidos en los que la necesaria empatía, la solidaridad y un lenguaje no sexista estuvieran siempre presentes en los libros de texto.

Como periodista y publicista no debería transgredir los códigos deontológicos y hacer de la infancia y su imagen, el reflejo de lo que debería corresponder a esta edad alejado de contornos e ideales imposibles.

Como empresaria debería saber que lo que es pan para hoy es hambre para mañana y que con propuestas altruistas todos, a la larga, saldremos ganando como sociedad.

Como política debería trabajar por lograr un pacto por la Educación en el que esta lacra tuviera el protagonismo que merece para desterrarla de Primaria y que así no se perpetuara en Secundaria. Y por supuesto no maquillar cifras y encarar el problema aunque cueste votos.

Como ciudadana debería apostar por la buena convivencia y denunciar el acoso si pasa por delante de mis ojos en  lugar de mirar hacia otro lado.

(Aplíquese padre, profesor, director, responsable de la administración educativa, editor, periodista, publicista, empresario, político y ciudadano)

El acoso deja una herida abierta de por vida, trunca vocaciones, siembra resentimiento y nos roba el refugio, la infancia y sus recuerdos, al que en condiciones normales siempre nos place regresar.

No seas cómplice ni permitas que los tuyos lo sean.

El acoso mata.

TELÉFONO CONTRA EL ACOSO ESCOLAR: 900 018 018

Marina IZQUIERDO

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